EL IMPERIO ESPAÑOL ERA DECADENTE DESDE EL PRINCIPIO

En la cultura popular se sabe que en la batalla de Trafalgar de 1805, España y Francia sufrieron una humillante derrota a manos del Reino Unido, que pasaría a ser la primera potencia mundial durante al menos un siglo. Fue un serio colapso para España, que en las siguientes dos décadas perdería la mayor parte de sus colonias. Pero España ya llevaba más de un siglo acarreando difíciles situaciones que hacían peligrar su posición y prestigio a nivel internacional.

La Guerra de Sucesión española de principios del siglo XVIII resultó en la victoria del bando de los Borbones, lo que aseguró una amistad dinástica franco-española poderosa. Los países que apoyaron al bando vencido, es decir, a los españoles leales al archiduque Carlos, ganaron importantes concesiones en el Tratado de Utrecht a costa de España. Austria se cobró las posesiones españolas de Flandes e Italia, mientras que Gran Bretaña consiguió un mayor control del comercio de ultramar y los enclaves estratégicos de Gibraltar y Menorca.

El Imperio español era el más grande del mundo al comienzo de la dinastía de los Borbones en España y el joven Felipe V no estaba preparado para controlarlo, por lo que necesitó mucho apoyo, contando con una destacada influencia francesa. Durante el siglo XVIII, el Imperio español viviría prósperamente, pero había perdido parte de su prestigio, situándose casi por debajo de su aliada Francia, que perdió contra Gran Bretaña en casi todos los conflictos coloniales. Además, los criollos de las colonias españolas ya se sentían menospreciados por los peninsulares, lo que favorecería el sentimiento de las nacionalidades americanas.

Rastreando aún más, en el siglo XVII hubo una seria inestabilidad para el Imperio de España debida sobre todo a las continuas guerras con casi todas las potencias vecinas, en especial la Guerra de los Treinta Años, que supuso el fin de la hegemonía de la casa de Habsburgo y el comienzo de la supremacía inglesa y francesa. Otros factores problemáticos importantes fueron la expulsión de los moriscos y rebeliones como la de Cataluña.

En realidad, el siglo XVI fue el de mejor prosperidad y esplendor para el relativamente nuevo Imperio Hispánico. Las políticas de Carlos I y Felipe II y la obtención de nuevos territorios en las Américas, de donde los conquistadores extrajeron ingentes cantidades de oro y metales preciosos, aseguraron a España una alta posición política y militar. Se dice que el Siglo del Oro de las artes y letras españolas coincide con la época de auge de los Habsburgo germano-españoles, pero no es del todo cierto, ya que, estrictamente hablando, el Siglo de Oro comprende más de cien años y la segunda mitad de ese periodo se corresponde con las Guerras de los Ochenta y Treinta Años y la consecuente decadencia española.

Los síntomas que empezaron justo en la época del Renacimiento, particularmente las guerras prolongadas y la dependencia agraria, serían los que en los siglos siguientes irían debilitando a España poco a poco. Si Inglaterra y Francia, agotadas por conflictos europeos como la Guerra de los Cien Años, no superaron a España o Portugal cuando éstas llegaron a las Indias fue porque no empezaron sus políticas coloniales hasta el inicio del siglo XVII.