POMPEYA SE CREÍA BORRADA DEL MAPA

En el año 79 d.C. se produjo una devastadora erupción del monte Vesubio que sepultó la ciudad de Pompeya y de otras poblaciones vecinas como Herculano. Los primeros documentos de los que se tiene noticia de la erupción fueron las cartas de Plinio el Viejo, que expuso los detalles naturales de aquella catástrofe que superaba con creces a las muchas erupciones y temblores de menor magnitud que solían tener lugar en la región de Campania.

Se desconoce con exactitud la fecha del destructivo estallido del Vesubio debido a un posible error de transcripción en la Edad Media y a las investigaciones posteriores, como la de 2018. De lo que se tiene certeza es que, ante la gran magnitud de la erupción, la gente asumía que todo cuanto constituía Pompeya, sobre todo personas y edificios, había desaparecido completamente de la faz de la Tierra. Por ello, la ciudad cayó en el olvido de las sucesivas generaciones hasta que en la Edad Moderna comenzó el redescubrimiento de Pompeya y su conservación como sitio arqueológico.

Mientras excavaba un nuevo curso para el río Sarno, el arquitecto Domenico Fontana encontró las cenizas en 1550. Mayor envergadura tuvieron los descubrimientos casuales de los primeros restos de Herculano y Pompeya a mediados del siglo XVIII. Carlos III de España, que llegó a gobernar Nápoles como Carlos VII, se interesó en las ruinas de la ciudad por la posibilidad de hallar objetos valiosos y desde entonces se realizaron excavaciones cada vez más profundas de las que se encontraron muchos objetos y edificios en buen estado de conservación.

El arqueólogo Giuseppe Fiorelli dirigió durante mediados del siglo XIX buena parte de las excavaciones de Pompeya, procurando una mejor preservación y restauración de todo lo que se descubría y organizando una topografía de la ciudad. La buena conservación del sitio de Pompeya ha permitido clasificarlo como uno de los destinos turísticos más populares de Italia. Uno de sus lugares más representativos es el anfiteatro; también destacan entre las ruinas las figuras humanas de piedra pómez, es decir, los restos parcialmente intactos de las víctimas de la erupción, en su mayoría muertas por el flujo piroclástico, que quedaron recubiertas por la ceniza.