¿POR QUÉ ÁFRICA FUE REPARTIDA A FINALES DEL SIGLO XIX?

Antes del siglo XIX, África era un vasto continente habitado por muchos pueblos dispersos, como Etiopía y los que se asentaron en la zona ecuatorial. Durante la Edad Moderna, algunos países establecieron enclaves estratégicos en las costas africanas del sur con el fin de facilitar su empresa comercial en todo el mundo; Portugal fue el primero en hacerlo. Desde finales del siglo XVIII, Francia y Gran Bretaña ampliaron sus dominios al penetrar en África por el sur, el oeste y el norte, imponiéndose frente al Imperio otomano que desde el siglo XVI controlaba casi toda la franja costera del norte.

En la segunda mitad del siglo XIX y ante la aparición de nuevos países emprendedores como Bélgica, Italia y Alemania, África se había vuelto muy codiciada y fue necesaria una conferencia que tuvo lugar en Berlín para que las potencias acordaran el reparto de un continente cuyo corazón acababan de conocer. El afán colonial en África se debía mayoritariamente al progreso de la industrialización occidental, que en su primera fase revolucionaria había generado una enorme y beneficiosa transformación económica y política, con importantes aunque difíciles repercusiones sociales (ascenso de la burguesía y endurecimiento de las clases obreras).

La segunda fase de la Revolución Industrial, conocida como gran capitalismo, permitiría avances tecnológicos esenciales pero para ello cada país industrializado precisaba nuevos lugares que sirvieran como fuentes de energía, para el abastecimiento de materias primas y donde invertir los capitales excedentes. Descubrieron que África era muy rica en recursos minerales, por lo que el continente entero fue elegido para ser explotado a favor de los intereses económicos de Europa.

En los años previos a la Primera Guerra Mundial, Etiopía y Liberia eran las únicas naciones independientes de África. El resto del continente estaba repartido entre siete países europeos de forma desproporcional. Francia y Reino Unido tenían una clara ventaja con sus principales posesiones en el oeste y el este africanos, respectivamente, mientras que Alemania, Italia, Portugal, Bélgica y España tenían muchas menos colonias, algo que Alemania e Italia consideraron injusto, puesto que ambas se habían industrializado velozmente aun siendo estados más jóvenes.

El proceso de colonización de África no fue fácil, sobre todo por las primeras disputas entre franceses y británicos. La posterior competencia de ambos con Alemania en los mares y en África fue una causa importante de la Gran Guerra. Si la gran colonización de África hubiese empezado en la Edad Moderna, es posible que muchas tensiones se hubiesen resuelto con anterioridad y se hubiese evitado una guerra a nivel global. De ser así, igualmente se librarían serias guerras por el poder colonial, conflictos que hubiesen sido muy devastadores pero su escala se habría limitado a Europa y África y desde luego hubiese sido menos mortífera y destructiva que la Primera Guerra Mundial por la entonces inexistencia de armas modernas que fueron fruto de la industrialización.

Pero no solo fue por la industrialización; entre los siglos XV y XVIII, los europeos tenían la mirada fija en América y Asia, en especial porque este último continente lo conocían desde la Edad Media, era muy importante para el comercio y América estaba en medio de la nueva ruta transoceánica. Igualmente, en la Edad Moderna, una causa relevante de los descubrimientos geográficos fue la necesidad de encontrar oro y metales preciosos, recursos que se habían agotado en las minas europeas. La empresa colonial podría haberse extendido con mayor precisión hacia el interior de África y allí los colonos habrían encontrado lo que buscaban.

Una temprana exploración y conquista europea de África en la Edad Moderna tendría consecuencias perjudiciales; muchos colonos morirían por enfermedades más difíciles de combatir que los indígenas, quienes a su vez se verían sometidos al yugo europeo más tiempo del que lo sufrieron realmente. Por el lado positivo, los nativos africanos habrían tenido mucho más tiempo para conocer los sucesivos avances de la cultura occidental, lo que les permitiría fortalecerse hasta tener la capacidad suficiente de gobernarse a sí mismos y reclamar su independencia.